VIERNES 17

Verde/ Rojo De Feria, Misa votiva de la Preciosísima Sangre de nuestro Señor

Jesucristo MR, p. 1176 (1166) / Lecc. II, p. 466

Otros santos: Blasto y Diógenes de Roma, mártires; Raniero de Pisa, peregrino; Hervé o Herveo, ermitaño.

LOS POBRES DE ESPIRITU
2 Re 11, 1-4. 9-18; Sal 131; Mt 6, 19-23

En Mateo, Jesús nos presenta dos recomendaciones sobre la posesión de bienes, comentando el espíritu de pobreza de la primera bienaventuranza (5, 3). La primera parece comprensible y sensible: recomienda que amontonemos tesoros no en la Tierra, sino en el cielo "donde no los destruye la polilla ni el óxido" (v. 20). Quizá la segunda recomendación es más oscura porque parece referirse no a los bienes sino a los ojos. Pero aquí encontramos un juego de palabras intraducible. Para los hebreos el ojo era el órgano de la visión y sede de la facultad estimativa. Ojo bueno ojo malo, sobre todo contrapuestos, significa generoso / tacaño (Deut 15,9; Prov 22, 9; Eclo 14, 3-10; Mt 20, 15). En otras palabras, Jesús recomienda que desarrollemos la capacidad de estimar lo que importa más en la vida, lo cual no es la riqueza.

ANTÍFONA DE ENTRADA Apoc 5,9-10

Con tu sangre compraste para Dios hombres de todas las razas y lenguas, de todos los pueblos y naciones, para constituir un reino para Dios.

ORACIÓN COLECTA

Señor Dios, que redimiste a todos los hombres con la preciosa Sangre de tu Unigénito, conserva en nosotros la obra de tu misericordia, para que, celebrando sin cesar el misterio de nuestra salvación, merezcamos alcanzar sus frutos. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Ungieron a Joás y gritaron: "¡Viva el rey!".

Del segundo libro de los Reyes: 11, 1-4. 9-18. 20

Por aquel entonces, Atalía, madre del rey Ocozías, viendo que había muerto su hijo, decidió exterminar a toda la familia real. Pero Yehosebá, hija del rey Joram y hermana de Ocozías, tomó a su sobrino Joás y lo sacó a escondidas de entre los hijos del rey, cuando los estaban asesinando, para ocultado de Atalía. Escondió al niño y a su nodriza, y así el niño pudo escapar de la muerte.
Seis años estuvo oculto con ella en el templo del Señor, y entre tanto Atalía reinó en el país.
El año séptimo, el sacerdote Yehoyadá mandó llamar a los oficiales del ejército y a los soldados de éstos, los introdujo en el templo del Señor, les mostró al hijo del rey e hizo con ellos un pacto con juramento, de cuidar al hijo del rey. Los oficiales cumplieron el pacto que habían hecho con el sacerdote Yehoyadá. Cada cual se puso al frente de sus hombres, que entraban de guardia el sábado o terminaban su guardia el sábado, y se presentaron ante el sacerdote Yehoyadá. Éste les entregó las lanzas y los escudos del rey David, que estaban en el templo del Señor. Cuando los soldados de la guardia, con las armas en la mano, se pusieron en fila desde el lado sur hasta el lado norte del templo, rodeando el altar, Yehoyadá sacó al hijo del rey, le puso la diadema y las insignias reales y lo ungió.
Entonces todos aplaudieron y gritaron: "¡Viva el rey!". Cuando Atalía escuchó el clamor popular, fue al templo del Señor, donde estaba reunida la gente. Entonces vio al rey, que estaba de pie sobre el estrado, según la costumbre, a los oficiales del ejército y a los heraldos en torno al rey, y a todo el pueblo que daba muestras de gran alegría, mientras sonaban las trompetas. Entonces Atalía rasgó sus vestiduras y gritó: "¡Traición, traición!". El sacerdote Yehoyadá dio esta orden a los oficiales: "Sáquenla del templo y maten al que la siga". El sacerdote les había dicho: "No podemos matarla en el templo del Señor". Así pues, los guardias la llevaron hasta el palacio real y le dieron muerte en la puerta de los caballos.
Entonces el sacerdote Yehoyadá renovó la alianza entre el Señor, el rey y el pueblo, por la cual ellos serían el pueblo del Señor. Todo el pueblo penetró en el templo de Baal y lo destrozaron; destruyeron completamente el altar y sus estatuas, y a Matán, sacerdote de Baal, le dieron muerte delante del altar. El sacerdote Yehoyadá puso centinelas en el templo del Señor. Todo el pueblo se llenó de alegría y la ciudad quedó tranquila. Atalía había sido muerta en el palacio real.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL

Del salmo 131, 11. 12. 13-14. 17-18.
R/. Dios le dará el trono de su padre David.

Dios prometió a David -y el Señor no revoca sus promesas-: "Pondré sobre tu trono a uno de tu propia descendencia. R/.
Si tus hijos son fieles a mi alianza y cumplen los mandatos que yo enseñe, también ocuparán sus hijos tu trono para siempre". R/.
Esto es así, porque el Señor ha elegido a Sión como morada: "Aquí está mi reposo para siempre; porque así me agradó, será mi casa. R/.
Aquí haré renacer el poder de David y encenderé una lámpara a mi ungido; pondré sobre su frente mi diadema, ignominia daré a sus enemigos". R/.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Mt 5, 3
R/. Aleluya, aleluya.

Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. R/.

EVANGELIO

Donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón.

Del santo Evangelio según san Mateo: 6, 19-23

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen, donde los ladrones perforan las paredes y se los roban. Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los destruyen, ni hay ladrones que perforen las paredes y se los roben; porque donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón.
Tus ojos son la luz de tu cuerpo; de manera que, si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz. Pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo tendrá oscuridad. Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra no será tu propia oscuridad!". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Al traer ante tu soberana presencia, Señor, nuestros dones, haz que, por medio de estos misterios, nos acerquemos a Jesús, el mediador de la nueva Alianza, y nos renovemos por la aspersión salvadora de su Sangre. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Prefacio I de la Pasión del Señor, MR, p. 502 (498).

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. 1 Cor 10, 16

El cáliz de nuestra acción de gracias, nos une en la Sangre de Cristo; y el pan que partimos, nos une en el Cuerpo del Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Habiendo sido reconfortados con el alimento y la bebida de salvación, te pedimos, Señor, que seamos bañados siempre con la sangre de nuestro Salvador, y que ésta se convierta para nosotros en fuente de agua que brote hasta la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.