DOMINGO 12
Verde Domingo XXIV del Tiempo Ordinario [Se omite la Memoria de El santísimo nombre de María] MR, p. 438 (434) / Lecc. II, p. 162 LH, 4a. semana del Salterio.
Otros santos: Guido de Anderlecht, agricultor y sacristán. Beata María Luisa Angélica, religiosa de la Orden de san Benito.
PREGUNTAS EXCEPCIONALES
Is 50, 5-9; Sal 114; Sant 2, 14-18; Mc 8, 27-35
En el Evangelio de hoy, Jesús no duda en hacer preguntas. No es que éstas sean ajenas a Jesús. En los dos relatos que preceden nuestro Evangelio, cura a un ciego y enseña a sus discípulos haciendo varias preguntas. No obstante, las que hace hoy son excepcionales. Por un lado, marcan el fin de un período en el ministerio de Jesús cuando se revela como Mesías.
Preguntando acerca de su identidad, Jesús consolida los logros de este periodo. Por otro lado, las preguntas inician una nueva etapa de su ministerio, en la cual su misión mesiánica es caracterizada por el rechazo y el sufrimiento. Ahora empieza su camino (una palabra repetida frecuentemente) hacia Jerusalén y la muerte. Las preguntas sientan las bases por enfrentar las duras pruebas que Jesús y sus discípulos van a sufrir.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sir 36, 18
Concede, Señor, la paz a los que esperan en ti, y cumple así las palabras de tus profetas; escucha las plegarias de tu siervo, y de tu pueblo Israel.
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros tus ojos y concede que te sirvamos de todo corazón, para que experimentemos los efectos de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo ...
Se dice Gloria.
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban.
Del libro del profeta Isaías: 50, 5-9a
En aquel entonces, dijo Isaías: "El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia, ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos.
Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado. Cercano está de mí el que me hace justicia, ¿quién luchará contra mí? ¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa? Que se me enfrente. El Señor es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme?". Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 114, 1-2. 3-4. 5-6. 8-9.
R/. Caminaré en la presencia del Señor.
Amo al Señor porque escucha el clamor de mi plegaria. porque me prestó atención cuando mi voz lo llamaba. R/.
Redes de angustia y de muerte me alcanzaron y me ahogaban. Entonces rogué al Señor que la vida me salvara. R/.
El Señor es bueno y justo, nuestro Dios es compasivo. A mí, débil, me salvó y protege a los sencillos. R/.
Mi alma libró de la muerte; del llanto los ojos míos, y ha evitado que mis pies tropiecen por el camino. Caminaré ante el Señor por la tierra de los vivos. R/.
SEGUNDA LECTURA
La fe, si no se traduce en obras, está completamente muerta.
De la carta del apóstol Santiago: 2, 14-18
Hermanos míos: ¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no lo demuestra con obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe?
Supongamos que algún hermano o hermana carece de ropa y del alimento necesario para el día, y que uno de ustedes le dice: "Que te vaya bien; abrígate y come", pero no le da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué le sirve que le digan eso? Así pasa con la fe; si no se traduce en obras, está completamente muerta.
Quizá alguien podría decir: "Tú tienes fe y yo tengo obras. A ver cómo, sin obras, me demuestras tu fe; yo, en cambio, con mis obras te demostraré mi fe". Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Gál 6, 14
R/. Aleluya, aleluya.
No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. R/.
EVANGELIO
Dijo Pedro: "Tú eres el Mesías". -Es necesario que el Hijo del hombre padezca mucho.
Del santo Evangelio según san Marcos: 8,27-35
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a los poblados de Cesarea de Filipo. Por el camino les hizo esta pregunta: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le contestaron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los profetas".
Entonces él les preguntó: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro le respondió: "Tú eres el Mesías". Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.
Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día. Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: "¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres".
Después llamó a la multitud y a sus discípulos, y les dijo: "El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Se dice Credo.
PLEGARIA UNIVERSAL
Imploremos, hermanos, la misericordia de Dios y pidámosle que escuche las oraciones de los que hemos puesto nuestra confianza en él y digámosle: Te rogamos, Señor. (R/. Te rogamos, Señor.)
Para los obispos, los presbíteros y los diáconos pidamos al Señor una vida santa, tal como corresponde a su ministerio y el premio abundante de su trabajo, roguemos al Señor.
Para los que gobiernan las naciones y tienen bajo su poder el destino de los pueblos pidamos el don de la prudencia y el espíritu de justicia, roguemos al Señor.
Para los enfermos e impedidos pidamos al Señor la fortaleza necesaria a fin de que no se desanimen ante las dificultades y vivan alegres en la esperanza de los bienes eternos, roguemos al Señor.
Para nosotros mismos y para nuestros familiares, amigos y bienhechores pidamos al Señor que nos conserve y aumente los bienes que con tanta generosidad nos ha concedido, roguemos al Señor.
Dios nuestro, fortaleza de los pobres y auxilio de los que sufren, escucha las oraciones de tu Iglesia y danos el Espíritu Santo para que, iluminados con su luz creamos con el corazón y confesemos con las obras que Jesucristo es el Mesías y vivamos convencidos de que salvaremos nuestra vida, si tenemos el valor de perderla para anunciar el Evangelio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Sé propicio, Señor, a nuestras plegarias y acepta benignamente estas ofrendas de tus siervos, para que aquello que cada uno ofrece en honor de tu nombre aproveche a todos para su salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio para los domingos del Tiempo Ordinario.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Sal 35, 8
Señor Dios, qué preciosa es tu misericordia. Por eso los hombres se acogen a la sombra de tus alas.
O bien: Cfr. 1 Cor 10, 16
El cáliz de bendición, por el que damos gracias, es la unión de todos en la Sangre de Cristo; y el pan que partimos es la participación de todos en el Cuerpo de Cristo.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que el efecto de este don celestial, Señor, transforme nuestro cuerpo y nuestro espíritu, para que sea su fuerza, y no nuestro sentir, lo que siempre inspire nuestras acciones. Por Jesucristo, nuestro Señor.
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- A veces, las preguntas son temidas en los ámbitos eclesiales, especialmente cuando se hacen acerca de la fe. Pueden ser interpretadas como una falta de fe o el rechazo de ella. Sin embargo, semejante actitud está equivocada. Según el Concilio Vaticano II, las preguntas profundas son frecuentemente inspiradas por el Espíritu Santo y el ser humano es esencialmente una pregunta viva (Gaudium et spes nn. 10-18). El gran educador de los pobres, Paulo Freire (1921-1997), insistía en que la verdadera educación consiste no en las respuestas que los educadores otorgan a sus estudiantes, sino en la pedagogía de preguntas. Por último, no hay que olvidar que el Señor mismo hizo muchas preguntas a lo largo de su vida y que murió, de acuerdo con Marcos, preguntando: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (15, 34). Las preguntas sinceras son sagradas.